Una adolescente de 14 años murió el pasado 20 de septiembre, tras ser sometida sin su consentimiento, a una cirugía estética.
En Durango, Carlos Arellano, padre de Paloma, denunció que la madre de la menor le dijo que se irían a unas cabañas porque Paloma tenía enfermedad respiratoria. Días después, el padre recibió una llamada: su hija estaba grave y poco después, murió.
El padre descubrió el verdadero motivo de la muerte hasta el funeral, cuando abrió el ataúd y notó que su hija tenía implantes mamarios.
Paloma fue operada el 12 de septiembre por el cirujano, esposo de su madre. En presunta complicidad con su madre. La intervención incluyó implantes mamarios y una lipoescultura abdominal.
La cirugía sería un regalo de su madre por los próximos 15 años que cumpliría Paloma.
En el certificado de defunción se asentó que la causa fue una enfermedad: edema cerebral y encefalopatía hipóxica. Pero el padre afirma que se trató de un encubrimiento.
Un caso que abre un debate urgente sobre el consentimiento médico, la ética profesional y la protección de menores.