Una perrita, diagnosticada con depresión tras sufrir un aborto espontáneo, parecía haber perdido la alegría de vivir. A pesar de recibir atención médica y cariño constante, su ánimo seguía decayendo.
Pero un gesto inesperado cambió todo: sus cuidadores la incluyeron en un programa de interacción con niños en una escuela cercana.
Al compartir tiempo con los alumnos, la perrita comenzó a recuperar su energía, a jugar nuevamente y a mostrar entusiasmo. Pronto se convirtió en una visitante muy querida por los niños.
Los especialistas aseguran que estos vínculos fortalecen la empatía, reducen el estrés y generan bienestar tanto en animales como en personas.












