En los zapatos de Adrián Fonseca nos adentramos al mundo de una carretita de sushi, donde más que preparar rollos, se crea un vínculo entre un ambiente familiar y agradable para disfrutar de un rico manjar: el sushi culichi.
Con seis años de experiencia, Adrián nos enseñó que ser sushero en Culiacán es una pasión que exige dedicación, paciencia y un toque de creatividad en cada platillo que sirve.
“Es un negocio muy cansado, muy demandante. Como sabes, mucha gente aquí es consumidora brutal de sushi, normalmente es un negocio que está lleno de personas”, mencionó Adrián Fonseca.
Su rutina inicia desde muy temprano, cuando va al mercado a buscar los mejores ingredientes: verduras frescas, carnes de calidad y todo lo necesario para que cada rollo salga bien servido.
En su carreta, aprendimos que lo más importante no es solo saber hacer un buen corte, sino aprender sobre la marcha, como lo hizo él. Con la práctica fue mejorando y ahora su oficio es lo que lo hace feliz.
“Yo antes quería ser marisquero. Aquí en Sinaloa los mariscos son de lo más ‘perrón’. Yo quería unos mariscos, pero lamentablemente por la vida no se pudo. Se me facilitó encontrarme una carretita y empezamos poco a poco”, dijo Adrián Fonseca.
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Tiempo, calidad y sabor: ingredientes esenciales para cada platillo
Para hacer un buen sushi culichi, nos explicó que se debe tener un buen arroz. Primero se cocina, luego se toma una bola de arroz y se expande en la hoja de alga. Después se agregan los ingredientes del rollo, se enrolla, se empaniza y se coloca en la freidora durante unos minutos.
Mientras tanto, se preparan las salsas y toppings que complementan el rollo. Ya listo, se corta con cuidado y técnica —como Adrián nos mostró— y se decora al gusto.
“La neta, como hablo yo, nosotros empezamos sin saber. La primera vez que abrí no sabía ni hacer un sushi. Tenía un trabajador y, lamentablemente, por cosas de la vida se fue. Tuve que enseñarme”, agregó Adrián Fonseca.
Un sabor único para cada cliente que lo visita
En los zapatos de Adrián aprendimos que el rollo va más allá del arroz y el queso: es constancia, es no saber fallar, es levantarse y encontrar el sabor que te diferencia.
Su oficio no solo alimenta el estómago, también el corazón de quienes se detienen a conversar, reír o esperar un rollo que, en Culiacán, ya es toda una tradición.
“Lejos de tener clientes, yo considero que tengo muchos amigos. Es lo que me ha funcionado siempre. Tenemos muchos conocidos, muchos amigos. Aquí la gente llega y se queda platicando mucho tiempo, y creo que eso es parte de nuestra esencia como restaurante. Muchos dirán que somos una carretita, pero somos una carretita con muchos amigos” comentó.
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