Una maestra quedó completamente sorprendida por la creatividad de sus alumnos, pero no precisamente para estudiar.

Durante un examen, descubrió un ingenioso acordeón escondido nada más y nada menos que en la etiqueta de un jugo. Los estudiantes habían reemplazado la información nutrimental por las respuestas del examen, todo impreso con el mismo diseño y tipografía.

La docente no podía creerlo. Contó que, en sus años de estudiante, jamás se le habría ocurrido algo tan elaborado. Aunque admitió que la ocurrencia le sacó una carcajada, también recordó a sus alumnos que la creatividad estaría mejor aprovechada si la usaran para aprender.

La anécdota rápidamente se volvió viral, mostrando que, cuando se trata de ingenio, algunos alumnos pueden llegar muy lejos, quizá demasiado.