Ella es Rosa, una mujer que ha marcado la vida de generaciones, convirtiéndose en un recuerdo de nostalgia para muchos por su peculiar venta de raspados y pinitos de hielo
Durante más de 37 años ha compartido la dulzura de sus pinitos con pequeños que salen felices de clases, al igual que con padres de familia que ahora acuden por sus hijos y recuerdan que en años anteriores fueron esos niños emocionados al salir de clases para poder consumirle.
Con cada temporada, ha sido testigo de generaciones enteras que han crecido probando su producto, una tradición que trasciende el simple acto de vender.












