Entre hielo y filo / El oficio detrás del pollo que llega a tu mesa
Hoy, en los zapatos de Vicente de Dios, mejor conocido como Chente, un hombre que, luego de dejar el negocio del mar, dedicó más de cuarenta años de su vida al oficio de pollero.
Desde su puesto en uno de los mercados de Culiacán, es donde don Chente corta, clasifica y vende pollo con la experiencia de quien conoce no solo la carne, sino también a su clientela.
“Sí, de rutina, pues se levanta uno, se pega una bañada, a las cinco o cinco y media, para las seis yo estar aquí trabajando. Ya a las seis nos llega una que otra persona de los que mañanean”, mencionó el pollero Vicente de Dios.
A las 5:00 de la mañana ya está de pie; a las 6:00 abre su negocio. Su jornada termina cerca de las tres de la tarde, atendiendo a quienes lo buscan por calidad, sabor y buen trato.
El oficio que nutre a su gente
Durante su jornada como pollero, Vicente nos enseñó cómo sacarle filo a un cuchillo, filetear el pollo, así como identificar las partes más pedidas: las piernas, alas, muslo y la milanesa, que proviene de la pechuga.
“Pues uno se hace con la rutina... no se hace con la rutina, ¿verdad? Uno, como pollero, se hace con la rutina: cómo usar el pollo, cómo conservarlo, en primer lugar... para que la gente le llegue bueno y que vuelvan”, mencionó el pollero Vicente de Dios.
Dentro de sus actividades, siempre debe cuidar la presentación, la temperatura y la higiene como parte de su compromiso, ya que, como dice, es mejor que la gente se lleve algo bueno... y que regrese.
“Yo me he sentido muy bien con mi trabajo y, mentalmente, me quedo bien a gusto en el día. Sé que no lastimé a nadie, sé que mañana van a volver. Y si vienen al mercadito, al pollo vienen pensando en el Chente”, agregó.
Don Chente es maestro del corte; es pollero desde hace 43 años
Ser pollero no es sólo un trabajo, es una manera de cuidar lo que otros llevan a su mesa.
En los zapatos de Chente, aprendimos no solo a cortar el pollo y conocer sus piezas, sino también a entender que es un oficio de valor y esfuerzo, al que Vicente ha dedicado más de cuatro décadas de su vida.
¡Los huaraches de Jamaica, una garnachita con las tres B!
